martes, 25 de marzo de 2008
SiN CeNsUrAs
lunes, 17 de marzo de 2008
OtRoS ViAjEs...
Esta "foto de familia" es en Tortosa y quien recuerde qué edificio es el que se ve detrás que lo ponga en un comentario al post.
-"¿De qué murieron? ¡Seguro que de frío!".
¡Adiós, tonto!
Uno de los atractivos de la excursión a Tortosa fue precisamente el medio de transporte. Muchos no habían cogido nunca un tren.
Y por supuesto, junto a José, el chófer, que hizo bastante más amenas las horas de guagua en las que todo excepto dormir estaba permitido.
¿Serías capaz...
Bueno, aquí Zurita parece que está animando a golpe de rap.
Si es que el hielo es mu traicionero...
"¡¡¡Qué emoción!!!"
Después de hincharnos a alitas de pollo fritas, papas fritas, refresco y tarta de chocolate, nos montamos en esta montaña rusa, llamada "La Estampida".
Cada vez me asombra más el poder de resistencia de nuestros estómagos.
Secuestraron y amordazaron al pianista del Saloon del Far-West, para ocupar ellas su puesto. Si es que no se las puede sacar de paseo...
¡Sí! Lo conseguimos: montarnos en el primer carrito del Dragon Khan.
Aunque por la cara no parezco muy convencido de querer montarme...
Por otra parte, también hay ganas de disfrutar de las vacaciones de esta semanita que nos espera.
Pues para los profes no hay vacaciones del todo mientras tengamos que echar alguna bronquita a algún alumno, o mientras alguien nos eche la bronca a nosotros, por ejemplo, debido a que ese alumno se ha saltado la cola del Dragon Khan.
Ni para los alumnos hay vacaciones del todo mientras haya profes que les estén diciendo todo el tiempo que sean puntuales, que bajen la música del móvil, que respeten el "corredor del silencio"...
Pese a todo, creo que lo hemos pasado todos muy bien, casi como en unas vacaciones del todo.
Y que se han ganado a pulso el derecho a repetir la experiencia otro año.
lunes, 3 de marzo de 2008
En CuArEnTeNa
Intentaré ver si algún profesor me puede cambiar la hora para recuperar las clases perdidas y darles a ustedes la oportunidad de exponer sus trabajos.
domingo, 2 de marzo de 2008
HuMoR QuE ReMuEvE cOnCiEnCiAs
Una vez entendido el modo intrincado y algo perverso de cómo funciona nuestro mundo globalizado, en el que nuestros más nimios actos de consumo tienen una repercusión casi inimaginable en las condiciones de vida de miles de millones de personas, creo que es fundamental, si queremos exigirnos un comportamiento coherente y humano para con los demás, el comenzar a renunciar. Es preciso, en tanto tratamos de reconstruir otras propuestas políticas, actuar en el plano más primario aunque por el momento más influyente: el consumo. Es una exigencia moral: debemos comenzar a renunciar a unos modos de vida que no pueden ser universales, en primer lugar porque sólo se sustentan en la desigualdad entre consumidores y productores, y en segundo lugar porque son ecológicamente insostenibles. La gente sale a la calle en contra de la guerra de Irak, pero no está dispuesta, por ejemplo, a renunciar al coche, al uso permanente de hidrocarburos. Y ahí estamos todos, sintiéndonos excelentes personas mientras tecleamos alegremente en nuestros móviles fabricados por millones de chinos en estado de semiesclavitud.Es algo inevitable: tarde o temprano habrá que renunciar, porque, al margen de su cuestionable utilidad, estos juguetitos con los que se alimenta incesantemente el consumo tienen un precio ecológico y humano excesivamente elevado. Otra cosa sería que verdaderamente deseemos la autodestrucción, que es algo que a estas alturas ya no se puede descartar del todo. Como decía una tía abuela mía: “Si hemos de ir al infierno, ¡vayamos en coche!”.
Cuando todo el mundo, creyéndose que hace lo que le da la gana, hace exactamente lo mismo que todos lo demás, tenemos indicios para sospechar que, o bien hemos llegado a una sociedad perfecta y sorprendentemente bien sincronizada, o bien se ha inducido muy hábilmente a la gente a pensar que es libre mientras que obedece de manera estricta. Esta reflexión podemos ilustrarla con tan sólo asomarnos a una autopista a una hora punta y comprobar cómo miles de personas, pertrechadas en el interior de sus cubículos móviles idénticos, haciendo todos lo mismo en sus micro cárceles, viendo morir ahí dentro las horas de sus breve existencia, y que aún logran creerse la ilusión de que son libres y deciden por sí mismos. La maquinaria de la propaganda ha descubierto la fuerza de apelar una y otra vez a la región más hueca y disminuida de la persona: su individualismo.
P: Los adelantos científicos aparecen relativizados en tu obra. ¿Eres tecnófobo? ¿Cuál es tu sentimiento hacia la ecología?
Los adelantos científicos son estupendos, siempre que sean motivados por las verdaderas necesidades de los seres humanos, estén al alcance de todos y no interfieran en el equilibrio de nuestro ecosistema. Como dice García Calvo, hay inventos primordiales, como el tren o el teléfono, que facilitan enormemente la vida sin causar grandes estragos medioambientales, y luego están los inventos secundarios, derivados de estos primeros, como pueden ser el coche y el teléfono móvil, cuya expansión no ha sido tanto motivada para cubrir necesidades humanas hasta ese momento insatisfechas como para, simple y llanamente, generar nuevos mercados y aumentar la producción. Y sin embargo, gracias al extraordinario calzador de la publicidad, han colado entre una población cada vez más desprovista de los valores más elementales.Si las cosas se pensasen, se pudieran planificar al margen de la estulta dictadura del mercado, todos los humanos podríamos mantener un nivel de vida más que digno, incluso con avances científicos, sin necesidad de destruir nuestro alrededor ni de esclavizar a la mitad de nuestros congéneres.Imaginen si todo el potencial científico y humano que se ha empleado en estos últimos años en insertar un televisor con vídeo-conferencia en el móvil se hubiese encaminado, en su lugar, hacia la mejora de las fuentes energéticas o la curación de numerosas enfermedades. Su influencia hubiera sido fabulosa. Pero no; estamos estúpidamente maniatados por esta aséptica monstruosidad que hemos creado, que nos regala con más y más baratijas al tiempo que nos allana el camino hacia la autoaniquilación.